En los primeros años de crisis económica, cuando comenzaron a dispararse los índices de morosidad en los créditos y préstamos en nuestro país, las financiaciones personales fueron sin duda las que antes comenzaron a mostrar a las claras que muchos ciudadanos no podían hacer frente a sus créditos, el paso siguiente, el de la morosidad en los créditos hipotecarios tardó algo más en llegar, ya que, efectivamente, por norma, el usuario agota mucho más sus posibilidades de hacer frente a un préstamo sobre su vivienda que a un crédito personal.
Dentro de la morosidad de los créditos personales, fueron sin duda los créditos rápidos los que antes se enfrentaron a la nueva realidad que la crisis imponía. Debemos recordar que en los años previos al estallido de la crisis económica, se multiplicaban las ofertas de entidades especializadas en este tipo de créditos, que, proponían, un acceso relativamente fácil y rápido, con muy pocos trámites, a la financiación personal. Se estableció entonces un periodo en el que incluso muchas de estas empresas o desaparecieron o fueron absorbidas por otras entidades, o incluso por firmas especializadas en la gestión de carteras deudoras.
Sin embargo los últimos años, y a la par que ha aumentado de manera notable el fenómeno de los mini créditos, se vuelve a notar la presencia de los créditos rápidos que, en esencia, no han variado su mensaje; en teoría un acceso sencillo a una financiación más ágil que la de las entidades bancarias.
El presente de los créditos rápidos
La realidad de esta financiación rápida es realmente más compleja que la apariencia. En primer lugar los elementos de sencillez en la contratación son muy relativos, ya que las entidades que operan este tipo de productos hoy en día han realizado una revisión estricta (del mismo modo que las entidades financieras convencionales) de sus políticas de riesgo, y por tanto, no resulta en absoluto mucho más sencillo obtener una financiación a través de la entidad convencional que un crédito rápido.
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Dicho esto debemos partir de entonces a la base que la mayoría de usuarios con posibilidad de hacer este tipo de créditos, es muy probable que puedan plantearse otro tipo de financiación ya que, en cualquier caso deberán presentar rasgos de solvencia e historiales crediticios similares.
Lo que nos proponen los créditos rápidos hoy en día
Este tipo de créditos de medianos pueden llegar a proponer financiaciones que van desde los 3000 € hasta los 30.000 € (obviamente podemos encontrar menos y más financiación pero la media se encontraría entre éstas cifras) y suelen ir acompañados de plazo de amortización limitados en función de los importes, pero que raramente van a superar los 60 meses incluyendo los mayores rangos de financiación.
Se trata generalmente de productos caros. Productos en los que los tipos de interés superan sin ningún problema el 20% y donde, es cierto que se puede encontrar en algunos casos ausencia de comisiones, pero suelen ir acompañadas de mayores intereses, y, donde, también, los intereses por cuestiones como la cancelación y desde luego el impago, suponen unos gastos exorbitantes.
En resumen
La funcionalidad inicial de un crédito rápido, la velocidad, ya se encuentra asumida en muchas propuestas de entidades financieras incluso, con los créditos preconcedidos superada, es por ello que antes de plantearse una operación de estas características, debemos poner en juicio dos cuestiones elementales; por un lado revisar las ofertas de productos de las entidades financieras con las que habitualmente trabajamos ya que, cada vez con más frecuencia como decíamos, se imponen las propuestas de créditos preconcedidos o similares, que pueden ser una alternativa más barata a los créditos rápidos, y, por último, en caso de decidirse a la contratación de uno de estos créditos, obviamente manejar toda la información sobre el producto, y comprender todos y cada uno de los elementos que lo componen resulta básico para no encontrarnos con sorpresas futuras.